Para el productor danés Rune Reilly Kölsch, Kompakt ha demostrado ser el lugar perfecto para alojar su producción. Con dos álbumes aclamados por la crítica y en la serie, ya clásica, de Speicher, ha conseguido como pocos llevar su arte a otro nivel, sin perder el pulso melódico y emotivo. El sello con sede en Colonia se fijó en su trabajo cuando firmaba como Ink And Needle y de ahí surgieron los primeros tracks que abrían la etapa que a día de hoy seguimos bailando. Ahora, con el nuevo LP 1989, Kölsch cierra el círculo, presentando el capítulo final de una elegante y autobiográfica trilogía que comenzó con la exploración de sus recuerdos y las influencias de su infancia temprana, con 1977, el año de su nacimiento, y que continuó en 1983, de forma vibrante y singular, cuando viajó por toda Europa a los seis años.
En 1989, Kölsch narra los duros primeros años de su adolescencia, explica Kölsch, donde coincidió el inicio de la pubertad al mismo tiempo que el divorcio de sus padres. Para él, la música se convirtió en su salvavidas, en la banda sonora de una vida gris, que a veces rompen, como rompe el productor con las cajas y los teclados, la uniformidad, y el intenso deseo adolescente de comerse el mundo.
Después de haber producido pistas tan atemporales como Loreley, Der Alte, DerDieDas o Cassiopeia, las expectativas para la nueva producción de Kölsch eran muy altas. Pero 1989 se erige ante estos tótems, envolviendo al oyente desde el principio con un sonido contemporáneo, inconfundible, diferente al acostumbrado, pensado tanto para conmover como para bailar hasta la catarsis, a la manera chamánica, confiando en la capacidad de la música de generar estados de ánimo que nos custodien en todo momento, cuidando el beat, la armonía y la melodía en todo momento.